VIII Café de Innovación. Sobre la evaluación por competencias en el aula

  • Publicado el 28 de Junio de 2019

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El pasado 20 de junio, Albert Saenz, formador de profesores en la metodología del aprendizaje basado en problemas (ABP), participó como ponente en el VIII café de Innovación del Campus Docente, donde habló de la evaluación por competencias.

La evaluación académica actual busca averiguar qué sabe el estudiante. ¿Pero este modelo de aprendizaje es eficiente para la vida real? ¿Qué valoran más las empresas de sus trabajadores, que «sepan» o que «sepan hacer»?

La evaluación por competencias busca calificar lo que el estudiante sabe hacer. ¿Pero cómo se puede cuantificar este aspecto del aprendizaje? Es fácil averiguar si un estudiante sabe llevar a cabo una fórmula matemática o si sabe cuáles fueron las fechas de la Segunda Guerra Mundial, pero ¿cómo averiguamos si sabe trabajar en equipo? ¿Cómo podemos saber si es creativo, comprometido o responsable?

La evaluación por competencias no es para profesores faltos de entusiasmo, dado que exige un gran esfuerzo de transformación en el aula y un cambio total de perspectiva. Pero por aquellos miedosos que no acaben de ver las cosas claras, mudar de modelo no implica bajar el nivel lectivo, solo requiere cambiar la mirada, dado que la evaluación por competencias permite a los estudiantes trabajar «el saber» a la vez que practican «el saber hacer».

Evaluar no es solo posar una nota. Para evaluar se tiene que mirar, se tiene que observar, se tiene que ver. Y se han que utilizar buenas herramientas como la rúbrica o los exámenes, para seguir de cerca el proceso de aprendizaje. La evaluación sirve para acercarse a la manera en que trabaja el estudiante, para que el docente pueda hilar fino y proporcionar una nota lo más cuidadosa y real posible. «Lo peor que puede pasar ―nos dice Albert―, es que el estudiante crea que el profesor no ha sido objetivo».

Y una vez decididos a subir al carro de la innovación y evaluar por competencias, el primero que se tiene que hacer es decidir qué competencias se quieren evaluar. No es necesario que todos los profesores evalúen todas las competencias escogidas. Aunque diferentes asignaturas desarrollen la misma competencia, se tiene que evitar generalizar. La solución que nos propone el ponente es dividir las competencias entre las diferentes asignaturas, de forma que nadie tenga que evaluar demasiadas. Y como los docentes tienen que huir de las palabras grandes y abstractas, estas competencias escogidas se tienen que ir desmenuzando en conceptos más y más pequeños, hasta encontrar aquellos comprensibles tanto por el profesor como por el estudiante, dado que el estudiante también tiene que tener claro desde el principio qué es el que se le pide y que se espera de él.

Una vez hecho esto, es hora de pensar y programar una actividad de tanteo. De aquí se extraerán una serie de resultados que se convertirán en una nota. Pero el profesor no es el único que evalúa. Los estudiantes también tienen que poder evaluarse a ellos mismos y la actividad para que el docente pueda tener conocimiento de si ha funcionado o si requiere cambios y medidas nuevas. Después de implementar los resultados obtenidos y haber afinado los criterios, se vuelve al principio y se programa otra actividad. Así empieza la rueda, que nunca tiene que parar. Nunca se tiene que dejar de mejorar.

Finalizada la presentación, los profesores del Campus abrieron un debate muy interesante donde se trataron dudas y preocupaciones ante esta nueva perspectiva que se los presentó. Y lo que resultó evidente, fue que, a la hora de llevarla a cabo, lo más importante sería ir todos a una y jugar con una buena comunicación dentro del equipo.

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